Este 11 de mayo se festeja el Día del Himno Nacional, recordando la fecha en la que la Asamblea Constituyente decretó como canción patriota la escrita por Vicente López y Planes en 1812.
Cada 11 de mayo la Argentina celebra la fecha en la que la Asamblea Constituyente se encargó de decretar la canción escrita por Vicente López y Planes, que luego sería acompañada por la música del maestro Blas Parera, como Himno Nacional.
En concreto, la canción fue aprobada en el año 1813, es decir hace 210 años atrás, pero había sido escrita en 1812, en un momento donde varios artistas buscaban el visto bueno de la Asamblea en sus creaciones patrióticas.
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“Aprobada por esta Asamblea General la canción que por comisión de este soberano cuerpo el 6 de marzo último ha trabajado el diputado (Vicente) López, téngase por la única Marcha Nacional, debiendo por lo mismo ser la que se cante en todos los actos públicos”, señala la documentación oficial redactada y compartida por el mismo equipo de funcionarios.
López, abogado de profesión, había sido quien salió en búsqueda de Blas Parera, maestro del teatro de la Casa de Comedias, con el fin de que creara la música ideal para sus estrofas. Previo a poseer la composición entre manos y con la Revolución de Mayo recién terminada, la Primera Junta propuso la creación de una marcha que pueda reflejar el espíritu patriótico.
Así, el 28 de mayo de 1813, como parte de las fiestas del mismo mes, se pudo escuchar por primera vez en el Teatro Coliseo la marcha entonada por la “comparsa de niños ricamente ataviados en traje indiano”.
Tras su presentación, el catalán Parera se encargó de cobrar sus honorarios por la composición y ejecución de la marcha, una situación completamente diferente de Lopez y Planes, que cedió sus estrofas a la patria sin pedir remuneración.
Letra del Himno Nacional original
Oíd, ¡mortales!, el grito sagrado:
¡Libertad, libertad, libertad!
¡Oíd el ruido de rotas cadenas:
ved en trono a la noble Igualdad!
Se levanta a la faz de la tierra
una nueva y gloriosa Nación:
coronada su sien de laureles
y a su planta rendido un león.
Sean eternos los laureles
que supimos conseguir:
coronados de gloria vivamos
o juremos con gloria morir.
De los nuevos campeones los rostros
Marte mismo parece animar;
la grandeza se anida en sus pechos,
a su marcha todo hacen temblar.
Se conmueven del Inca las tumbas
y en sus huesos revive el ardor,
lo que ve renovando a sus hijos
de la Patria el antiguo esplendor.
Pero sierras y muros se sienten
retumbar con horrible fragor:
todo el país se conturba con gritos
de venganza, de guerra y furor.
En los fieros tiranos la envidia
escupió su pestífera hiel.
Su estandarte sangriento levantan
provocando a la lid más cruel.
¿No los veis sobre Méjico y Quito
arrojarse con saña tenaz?
¿Y cuál lloran bañados en sangre
Potosí, Cochabamba y la Paz?
¿No los veis sobre el triste Caracas
luto y llanto y muerte esparcir?
¿No los veis devorando cual fieras
todo pueblo que logran rendir?
A vosotros se atreve, Argentinos,
el orgullo del vil invasor;
vuestros campos ya pisa contando
tantas glorias hollar vencedor.
Mas los bravos que unidos juraron
su feliz libertad sostener
a esos tigres sedientos de sangre
fuertes pechos sabrán oponer
El valiente argentino a las armas
corre ardiendo con brío y valor:
el clarín de la guerra cual trueno
en los campos del Sud resonó.
Buenos Aires se pone a la frente
de los pueblos de la ínclita Unión
y con brazos robustos desgarran
al ibérico altivo león.
San José, San Lorenzo, Suipacha,
ambas Piedras, Salta y Tucumán,
la Colonia y las mismas murallas
del tirano en la Banda Oriental
son letreros eternos que dicen:
“Aquí el brazo argentino triunfó”.
“Aquí el fiero opresor de la Patria
su cerviz orgullosa dobló”.
La victoria al guerrero argentino
con sus alas brillantes cubrió.
Y azorado a su vista el tirano
con infamia a la fuga se dio.
Sus banderas, sus armas se rinden
por trofeos a la libertad.
Y sobre alas de gloria alza el pueblo
trono digno a su gran majestad.
Desde un polo hasta el otro resuena
de la fama el sonoro clarín.
Y de América el nombre enseñado,
les repite, ¡mortales!, oíd:
¡Ya su trono dignísimo abrieron
las Provincias Unidas del Sud!
Y los libres del mundo responden:
¡Al gran pueblo argentino, salud!