Alejandra Pizarnik: La poetisa argentina que hoy cumpliría 88 años

Alejandra Pizarnik ha transitado una corta vida entre poemas y pesadillas. Su relación con Silvina Ocampo y su trágico suicidio.

Flora Alejandra Pizarnik nació el 29 de abril de 1936 en el Hospital Fiorito de la localidad de Avellaneda, en la provincia de Buenos Aires.

Sus padres, Elías Pozharnik y Rezla Bromiker, emigraron de Rovna, localidad ruso polaca, pasaron un tiempo en París y llegaron a la Argentina. Asistió a la Escuela Normal N°7 de Avellaneda y a la Zalman Reizien Schule, escuela hebrea donde aprendió la historia de su pueblo, así como la lectura y escritura en ídish.

En 1954 finalizó el secundario, comenzó a frecuentar la Facultad de Filosofía y Letras así como la Escuela de Periodismo y, al mismo tiempo, se inició en el mundo de las artes de la mano del pintor surrealista Batlle Planas.

En 1955, publicó su primer libro de poemas: La tierra más ajena, de editorial Botella al mar, comenzó a realizar traducciones literarias y a colaborar en la revista Poesía Buenos Aires.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En 1960, con cuatro libros publicados, se trasladó a París, Francia, donde trabajó para la revista “Cuadernos” y varias editoriales francesas, publicó poemas y críticas en varios diarios, tradujo a Antonin Artaud, Henri Michaux, Aimé Cesairé, e Yves Bonnefoy, y estudió historia de la religión y literatura francesa en la Sorbona.

Por aquellos años conoció a Octavio Paz, Julio Cortázar e Ivonne Bordelois,  Simone de Beauvoir y Marguerite Duras. En 1964, volvió a Buenos Aires, conoció a su amiga Silvina Ocampo, hermana de Victoria Ocampo, y publicó otras siete obras con poemas, escritos, relatos surrealistas y hasta novelas cortas.

Pizarnik tomaba una gran cantidad de medicamentos debido a sus altibajos anímicos y, en sus escritos reflexionó sobre el suicidio. En 1967, la muerte de su padre se sumó al malestar que Alejandra tenía para llevar adelante su vida cotidiana, obstáculo que nunca logró superar.

En 1968 obtuvo la Beca Guggenheim y viajó a Nueva York donde publicó Extracción de la piedra de locura (Sudamericana, compuesto por poemas en prosa). En 1969, publicó Nombres y figuras (1969), reversionó la novela La condesa sangrienta (1971),  publicó también el poemario El infierno musical y ganó la beca Fullbright.

Inició una terapia diseñada por el psiquiatra Pichon-Rivière, que generó una mejora temporal, pero la madrugada del 25 de septiembre de 1972, falleció en su departamento de la ciudad de Buenos Aires, a los 36 años, después de ingerir 50 pastillas de secobarbital.

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Su relación con Silvina Ocampo, su vida y su muerte

Recordamos a quien fuera una figura central de la poesía en español del siglo XX. Ya en 1956, era una chica poco convencional para la época: llevaba el pelo corto, se vestía de forma andrógina y su vida sexual era intensa.

Escribía en forma obsesiva. Lo que no quiere decir que escribía mucho sino que había temas a los que volvía una y otra vez: la infancia perdida, el silencio, la sexualidad desbordada, la locura y la muerte, como amenaza y como promesa.

Haber sido una artista precoz con trastornos psiquiátricos y haberse suicidado joven fueron condimentos esenciales para alimentar el ideal romántico y transformarla en un mito. Pero ella era de carne y de lágrimas, intensa y sanguínea, y su poesía está tremendamente viva.

Fue en esos primeros años cuando aparecieron los complejos por su tartamudez, su acné y la obsesión por la gordura que la llevó a tomar pastillas. Alejandra combinaba las anfetaminas con los barbitúricos y al tiempo se hizo adicta, por lo que saltaba de la euforia a la depresión, y padecía feroces insomnios.

Pizarnik leía sin parar, tenía un humor corrosivo y era puro impulso y franqueza, lo que la llevaba a amar con furia, en esos días al poeta colombiano Jorge Gaitán Durán, cuya muerte en un accidente aéreo le dejó marcas.

silvina ocampo

En Mar del Plata, en lo que hoy conocemos comola Villa Victoria Ocampo, Alejandra ha estado. Y es que su vínculo con Silvina, hermana de Victoria, es fantasía y misterio de la literatura argentina. Hermética y aristócrata Silvina Ocampo, extrovertida y pobre Alejandra Pizarnik: hay correspondencia entre ambas autoras que permite especular sobre una relación amorosa nunca aclarada.

En septiembre de 1972, luego del suicidio de Alejandra Pizarnik, tras su larga lucha con la depresión, se revela una e sus últimas cartas enviadas a Ocampo, de la que se extracta lo siguiente:

“Oh Sylvette, si estuvieras. Claro es que te besaría una mano y lloraría, pero sos mi paraíso perdido. Vuelto a encontrar y perdido. Al carajo los greco-romanos. Yo adoro tu cara. Y tus piernas y tus manos que llevan a la casa del recuerdo-sueños, urdida en un más allá del pasado verdadero.”

“Silvine, mi vida (en el sentido literal) le escribí a Adolfito para que nuestra amistad no se duerma. Me atreví a rogarle que te bese (poco: 5 o 6 veces) de mi parte y creo que se dio cuenta de que te amo sin fondo. A él lo amo pero es distinto, vos sabés, ¿no? Además lo admiro y es tan dulce y aristocrático y simple. Pero no es vos. Te dejo: me muero de fiebre y tengo frío. Quisiera que estuvieras desnuda, a mi lado, leyendo tus poemas en voz viva. (…) Sylvette, sos maravillosa, genial y adorable. Haceme un lugarcito en vos, no te molestaré. Pero te quiero, oh no imaginás cómo me estremezco al recordar tus manos que jamás volveré a tocar si no te complace puesto que ya lo ves lo sexual es un “tercero” por añadidura.”

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